lunes, 17 de octubre de 2011

DESDE MI VENTANA OPTICA : TRUJILLO, VIOLENCIA Y DROGAS

"Diego Montoya hizo asesinar al párroco, Tiberio Fernández, cuando descubrió trabajaba para un Cartel rival en Trujillo", recuerda el autor del presente trabajo


Por Alejandro Almánzar

NUEVA YOR.- El presente encabezado, no hace referencia al dictador dominicano, si no, a las pericias del narcotráfico, en ese Departamento Suroccidental colombiano, testigo de grandes masacres, protagonizadas por Carteles y las Autodefensas colombianas.

Tal lo revela Andrés López López, autor de “El Cartel de los Sapos”, parte 2, poniendo de relieve lo violento y arriesgado de dicho negocio. El término “Sapo”, en Colombia, significa lo mismo que “chivato” o “soplón” en Dominicana.

Narra la facilidad con que narcos compran documentos falsos. “Un sargento del Ejecito, facilitaba plásticos con escudos de su institución, con las firmas de sus respectivos comandantes”.

Pilotos contratados por carteles, realizan hazañas altamente riesgosas, y cuando se ven perseguidos, por la Fuerza Aérea, sobrevuelan la ciudad, para evitar ser derribados. Al regresar de la suicida misión a tierra, les colocan los sellos a los aviones y les pintan la matricula original.

Cuando estas naves se averían en pistas clandestinas, sus trabajadores tienen que deshacerse de ellas, destruyéndolas con hachas o Motosierras, y los pedazos lanzados al rio, si no hay rio, entonces tienen que enterrarlos.

Los capos se pelean por los asientos, para exhibirlos en sus autos, como trofeos. Al producirse un tumbe entre narcos, quienes caen en poder del enemigo, prefieren “morir”, antes que decir dónde está la droga y delatar a sus cómplices.

Quienes esperan las drogas, se colocan en posiciones estratégicas, con armas largas.

Diego Montoya hizo asesinar al párroco, Tiberio Fernández, cuando descubrió trabajaba para un Cartel rival en Trujillo. El cura guardaba la droga en la sacristía, dentro de santos. Poseía una Caleta con el dinero de las drogas, dentro de la Casa Curial.

Tiberio era muy querido, como guía espiritual, su cuerpo fue cortado en pedazos y lanzados al rio. El envío de drogas por el Mar Caribe, resulta más conveniente que por el Océano Pacifico, por el primero, las embarcaciones sólo se abastecen una vez de combustibles, mientras por el segundo, tienen que hacerlo cuatro o cinco veces.

Rasguño innovó el sistema de lanchas pequeñas, de 32 pies, y de calado bajito, de ahí dio el salto a las sigarretas puntudas, que parecen cohetes en el agua y pueden transportar dos mil kilos de cocaína por viaje.

Estas lanchas se contactan en alta mar con “dominicanos”, “haitianos” y mexicanos, quienes proceden a hundirlas después de entregar las drogas en alta mar a barcos cargueros. Su tripulación aborda una nave nodriza, que los lleva a tierra, donde los espera el enlace de los capos, que tramita documentos para regresar en avión a Colombia, sin problema alguno.

Las yolas averiadas en alta mar, son rescatadas por barcos pesqueros, usando sus buzos, quienes pasan a trabajar con el capo y su organización, mientras Diego Montoya continúa invadiendo a México de drogas, junto a Davinson Gómez.

Para transportarla, una embarcación rustica lleva 1,600 kilos hasta un trasatlántico anclado mar adentro, a 20 o 30 millas, y estos a su destino final, donde los contactos terminan el trabajo. El mayor éxito en el transporte de drogas, se produce en los barcos pesqueros. “Militares y policías sacados por bandidos de las filas”, son reclutados por los narcos y Carteles, revela el autor.

El autor es periodista
Reside en Nueva York.

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