lunes, 11 de noviembre de 2013

DESDE MI VENTANA OPTICA :: EL PAIS Y SU ODIO VISCERAL

"Con tantos problemas de índole racial, moral, económico y social que tiene España, no se compadece que este Diario tome su tiempo para atentar contra la identidad de un país del Caribe, pobre, compuesto por negros y mulatos, sólo por su odio visceral" condena Almanzar.

POR ALEJANDRO ALMANZAR

NEW YORK.- Constantemente leo el Diario El País, de España, y puede ser coincidencia, pero pocas veces encuentro el nombre de República Dominicana en sus páginas para referirse a las exclamaciones de Cristóbal Colón, en su primera carta a los reyes.

Para este Diario, el primer terruño pisado por el almirante genovés, está habitado por lo peor de la especie humana. En su última embestida contra los nietos de Juan José Duarte, poco faltó para colocarnos por encima de Adolf Hitler, como genocidas.

Si se apegaran a la objetividad e imparcialidad de la noticia,  dirían que nuestra capacidad de genocidio nunca se compara con lo sucedido en (Xaragua), en 1503, donde se celebró el primer día de Acción de Gracias en América.

Que si tenemos esas inicuas cualidades que nos imputan, es parte de la herencia maldita dejada por los conquistadores del siglo XV, véanse las rebeliones de  Roldán y Enriquillo, así sabrán, por qué quienes conocen esa historia sienten asco de España.

Nos definen como Seres sin Almas, “igual a los habitantes de la Hispaniola”, quizás intentando terminar la obra genocida de 1492. Tal vez no quedaron satisfechos, y 500 años después intentan reeditar su macabra acción contra sus descendientes.

Esos indios asesinados en nombre de un Dios violentísimo, aún despiertan aterrados por la ignominia de los españoles. Por eso en esta tierra, quienes llevan sangre española todavía bajan la frente, asqueados por ese cruel pasado.

Si al País le preocupara la realidad haitiana, dirigiría sus reclamos hacia esas naciones responsables de su tragedia histórica, España, Francia, Holanda, Canadá e Inglaterra, quienes los saquearon y dejaron abandonados.

Gracias a nuestra solidaridad, Haití no es un país de famélicos, porque a estas naciones poco les importa la suerte de esos seres humanos. Como si debiéramos vivir por siempre cargando culpas ajenas, incluyendo sus actos genocidas.

Con tantos problemas de índole racial, moral, económico y social que tiene España, no se compadece que este Diario tome su tiempo para atentar contra la identidad de un país del Caribe, pobre, compuesto por negros y mulatos, sólo por su odio visceral.

En lugar de eso, deberían investigar por qué la fortuna de la Corona aumenta, mientras España cae en la miseria. Cómo la familia Real ha manejado los recursos de los españoles, esto debe preocupar más a los ejecutivos de este Diario, que nuestros “prejuicios raciales.”

El conflicto entre dominicanos y haitianos no alcanza la dimensión que dicho medio le atribuye, sin embargo, pasa por alto el odio de España hacia turcos y africanos que intentan llegar a su territorio.

El País tampoco se entera de naciones que interceptan a los haitianos en alta mar y los devuelven a su país, de otras, que cuando logran llegar a su territorio, los aíslan como a leprosos en época de Cristo y nadie los cita a la flamante CIDH, mamotreto “jurídico” constituido sólo para atentar contra la dominicanidad.

EL AUTOR ES PERIODISTA.
RESIDE EN NEW YORK.

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