CABA SOSTIENE SE VIVE EN MUNDO DE SIMULACION, HIPOCRESIA Y MEDIOCRIDAD
"El ser mediocre es, por naturaleza, hipócrita, simulador, vanidoso, pedante, altanero, envidioso, intolerante, inseguro, desconfiado, manipulador, servil y, por todo ello, peligroso" sostiene Caba.
POR DOMINGO CABA RAMOS
dcaba5@hotmail.com
SANTIAGO.- La sinceridad, autenticidad e integridad personal, en la sociedad dominicana, se nos presentan como tres de los valores tradicionales progresivamente en vía de extinción o como parte de las luces que poco a poco se van extinguiendo o dejando de iluminar el comportamiento humano.
La lucha por la supervivencia o el “sálvese quien pueda”, nos ha transformado en verdaderos seres simuladores, cínicos, hipócritas, mediatintas, “fofos”, plásticos y artificiales. Y hasta la sonrisa, en ocasiones, parece grapada en el rostro de muchos de los hombres y mujeres con los cuales necesariamente tenemos que interactuar en nuestras cotidianas relaciones sociales (laborales, familiares, políticas, culturales, etc.)
Un determinado interés genera una determinada conducta no siempre benigna, sino perversa; pero escondida tras la máscara maldita y no menos perversa de la simulación. Y como en el mundo político y laboral es donde con mayor énfasis se ponen de manifiesto las luchas de intereses, es en ese ámbito donde fluyen las más dañinas lacras conductuales, como fluye a la superficie del agua, el olor pestilente del cadáver que por mucho tiempo se mantuvo oculto en el fondo del océano.
Un mundo en el que hay que mantenerse siempre a la defensiva e interpretando, para no sucumbir, las verdaderas intenciones que se esconden detrás de cada palabra, cada gesto, cada acción y hasta detrás de cada manifestación de cortesía.
POR DOMINGO CABA RAMOS
dcaba5@hotmail.com
SANTIAGO.- La sinceridad, autenticidad e integridad personal, en la sociedad dominicana, se nos presentan como tres de los valores tradicionales progresivamente en vía de extinción o como parte de las luces que poco a poco se van extinguiendo o dejando de iluminar el comportamiento humano.
La lucha por la supervivencia o el “sálvese quien pueda”, nos ha transformado en verdaderos seres simuladores, cínicos, hipócritas, mediatintas, “fofos”, plásticos y artificiales. Y hasta la sonrisa, en ocasiones, parece grapada en el rostro de muchos de los hombres y mujeres con los cuales necesariamente tenemos que interactuar en nuestras cotidianas relaciones sociales (laborales, familiares, políticas, culturales, etc.)
Un determinado interés genera una determinada conducta no siempre benigna, sino perversa; pero escondida tras la máscara maldita y no menos perversa de la simulación. Y como en el mundo político y laboral es donde con mayor énfasis se ponen de manifiesto las luchas de intereses, es en ese ámbito donde fluyen las más dañinas lacras conductuales, como fluye a la superficie del agua, el olor pestilente del cadáver que por mucho tiempo se mantuvo oculto en el fondo del océano.
Un mundo en el que hay que mantenerse siempre a la defensiva e interpretando, para no sucumbir, las verdaderas intenciones que se esconden detrás de cada palabra, cada gesto, cada acción y hasta detrás de cada manifestación de cortesía.
Un mundo en el que aquel que “no te soporta” y ha hecho todo lo posible por no tenerte a su lado o excluirte de la organización en la que comparte compromisos laborales y/o sociales contigo, por delante te colma de elogios, aunque por detrás te inserte el dardo que neutraliza para siempre tus habituales movimientos.
Somos, pues, una sociedad pletórica de seres simuladores y en la que la mediocridad fluye en cada uno de nuestros actos.
En término individual considerada, José Ingenieros, en su famosa obra " El hombre mediocre", plantea que " la mediocridad podrá definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad.
El mediocre es un ser de mente estrecha y merced a esa cortedad mental, es incapaz de concebir profundos o dilatados pensamientos. “En el verdadero hombre mediocre - afirma Ingenieros - la cabeza es un simple adorno"
Al autoconcebirse chiquitos, los espíritus mediocres apelan a las más perversas acciones para llenar el vacío interior o construir la grandeza social, moral, intelectual y espiritual que sienten les hace falta. Por esa razón, el ser mediocre es, por naturaleza, hipócrita, simulador, vanidoso, pedante, altanero, envidioso, intolerante, inseguro, desconfiado, manipulador, servil y, por todo ello, peligroso.
Para los mediocres, la verdad es sólo su verdad. En tanto seres inseguros, piensan siempre que están al borde del abismo o a punto de sucumbir, y por eso en todo momento operan a la defensiva enfrentando todo tipo protagonismo ajeno. El triunfo de los demás les produce náuseas y una inmensa alegría la derrota ajena.
Como carecen de personalidad propia, adaptan su conducta al medio o situación que le interesa. De ahí que sus actitudes suelen ser siempre teatrales, simuladas o artificiales. Y quien no sea capaz de conocer o descifrar las reales intenciones de sus histriónicas ejecutorias, posiblemente termine atrapado en sus garras venenosas.
Somos, pues, una sociedad pletórica de seres simuladores y en la que la mediocridad fluye en cada uno de nuestros actos.
En término individual considerada, José Ingenieros, en su famosa obra " El hombre mediocre", plantea que " la mediocridad podrá definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad.
El mediocre es un ser de mente estrecha y merced a esa cortedad mental, es incapaz de concebir profundos o dilatados pensamientos. “En el verdadero hombre mediocre - afirma Ingenieros - la cabeza es un simple adorno"
Al autoconcebirse chiquitos, los espíritus mediocres apelan a las más perversas acciones para llenar el vacío interior o construir la grandeza social, moral, intelectual y espiritual que sienten les hace falta. Por esa razón, el ser mediocre es, por naturaleza, hipócrita, simulador, vanidoso, pedante, altanero, envidioso, intolerante, inseguro, desconfiado, manipulador, servil y, por todo ello, peligroso.
Para los mediocres, la verdad es sólo su verdad. En tanto seres inseguros, piensan siempre que están al borde del abismo o a punto de sucumbir, y por eso en todo momento operan a la defensiva enfrentando todo tipo protagonismo ajeno. El triunfo de los demás les produce náuseas y una inmensa alegría la derrota ajena.
Como carecen de personalidad propia, adaptan su conducta al medio o situación que le interesa. De ahí que sus actitudes suelen ser siempre teatrales, simuladas o artificiales. Y quien no sea capaz de conocer o descifrar las reales intenciones de sus histriónicas ejecutorias, posiblemente termine atrapado en sus garras venenosas.
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