martes, 12 de octubre de 2010

EN EL ANALISIS DEL CARISMA Y LA NEGACION DEL SER, CLAUDIO MARQUEZ DEFIENDE CON SERENIDAD A DANILO MEDINA


Hay quienes sostienen dentro del peledeismo que Ramón Ventura Camejo, no puede reclamar "carisma ni incidencia en la clase politíca", ya que él está entre los que menos tiene ese tipo de cualidades. Y otros dicen que defiende a Leonel sólo para preservar su puesto.

Por : Claudio Márquez

SANTIAGO.- Recuerdo que una tarde, como oyera un leve ruido en el cuarto vecino al mío, pregunté en voz alta: ¿Quién anda por ahí? Y la voz de una criada recién llegada de su pueblo contestó: "No es nadie, señor, soy yo."

Ahora que comienza a calentarse la cuestión de la política, cuando algunos dirigentes importantes del PLD, como el caso del licenciado Ramón Ventura Camejo, exaltan y promueven ideas y discursos en los medios de comunicación – sobre las cualidades del presidente Leonel Fernández – así como en el orden de las aspiraciones de otros influyentes dirigentes de esta organización, me vuelve a la memoria el factor del carisma y el influjo de la identidad personal en la política.

Un tema que ha ido en constante declive, debido al maquillaje y a la configuración de los medios de comunicación como reputantes de notabilidad

Un cuento que logró venderse sobre la ignorancia de mucha gente, pero sobre todo de aquellas que buscan permanecer aferradas al poder como si se tratase de una enfermedad.

“El carisma y la negación del ser” es el título que he identificado como más ideal para formular estas consideraciones de contexto. Como excusa el carisma no deja de ser una motivación apendejada de la realidad social y particular.

Una expresión de auto-intimidación que ha logrado situarse en un campo de reflexión en el que el “tuerto” se define como rey ante la falta de visión de los demás entes participantes de la sociedad.

De ahí el refrán en el sentido de que “en el país de los ciegos, el “tuerto” es un rey”. (Sin ofensas, pero sin dejar tampoco atrás sus atributos simbólicos).

En la evasiva de la falta de carisma y la negación del ser, se establece un nudo de introspección, mediante la cual se busca inculcar una posición de superioridad y temor. Es decir, de declive y ausencia de afecto y cariño hacia en una persona.

Es la clave del modelo de “carisma” que se nos ha inducido en una etapa decisiva de la política nacional y, de forma concreta, en el caso referente al licenciado Danilo Medina.

Sus legítimas aspiraciones presidenciales y el bloqueo soliviantado contra su verdadera identidad y personalidad, nos induce a señalar que – en política – el carisma no es más que una pose, una tenencia de naturaleza escapista y pasajera, a través de la cual se torna imposible conocer la auténtica identidad de un político, de o una persona.

Hay cosas que atañen al individuo de forma directa, como lo establece la vieja teoría filosófica del Ser, pero de ahí a llegar considerar que el carisma es una virtud, no es más que una pendejada.

Las identidades personales no pueden ser maleadas sobre la base de un concepto tan superficial como éste, razón que explica que al cabo de la campaña de “falta de carisma”, promovida por grupos adversos al proyecto presidencial del licenciado Danilo Medina, su imagen haya resurgido sin otro hálito que su experiencia, firmeza y voluntad de ciudadano de contribuir con los mejores intereses del país.

Pretender encasillar a un dirigente político de las condiciones del licenciado Danilo Medina resulta difícil, porque su propia capacidad para comprender y encarar los problemas de la nación se convierten en mentís de estas manifestaciones de maniobra de mercado.

Danilo Medina retoma un sitial trascendente en el escenario de la vida política de la nación, al punto de poder asegurar que el mismo constituye la llave de paso para hacer posible el nuevo ciclo de transformación requerido por el país.

En consecuencia, en muchas ocasiones, cuando se esgrime el concepto de carisma, lo que se persigue es que renunciemos a nuestra identidad personal y a nuestra capacidad para hacer las cosas necesarias en el ámbito de la política.

La historia está llena de personajes trascendentes a los que nunca se adjudicó el factor “carisma” en sus metas de alcanzar la gloria.

El liderazgo político es otra cosa y, en Danilo Medina, no sólo están presentes esas condiciones de liderazgos, sino también las condiciones para hacer de él la sombrilla que permita cubrirnos de la inclemencia del sol.
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