viernes, 7 de enero de 2011

DESDE MI VENTANA OPTICA: LA PAZ CON EL GATILLO

"A la falta de padres responsables, se suma la debilidad judicial e institucional, por lo que con el pasar de los días tendremos mas sicarios" sostiene Almanzar

POR ALEJANDRO ALMANZAR
Alexalma0915@gmail.comm

NUEVA YORK.- correr de la sangre a borbotones, nos da una idea hasta dónde se ha acentuado la descomposición social, cómo la familia se ha desintegrado en nuestro país, donde la ley la impone cualquier gatillero de forma dantesca.

Nadie sabe cuál será el destino final, si iglesias, gobierno, sector privado, partidos políticos y grupos profesionales no convencen a los jefes de familia de sus responsabilidades con los hijos desde su nacimiento hasta la muerte.

Hogares convertidos en nidos de violencia, en que los menores son testigos de escenarios bochornosos, degradantes y su escuela es una esquina del barrio.

Esto comenzó luego de la muerte de Trujillo, cuando la gente sintió la necesidad de emigrar a las grandes ciudades, lo que los políticos vieron como botín electoral y construyeron cinturones de miserias y marginalidad en cada una de ellas.

A parte de la pobreza espiritual, moral e intelectual, la falta de recursos para suplir necesidades nunca ha sido buena consejera, y de ahí parte el dicho “mal comido no sabe piensar y si lo hace, es para fracasar”.

A la falta de padres responsables, se suma la debilidad judicial e institucional, por lo que con el pasar de los días tendremos mas sicarios y otros sembrando el terror en calles y avenidas mediante robos y atracos.

La percepción que hay allí es que cada uno debe portar un arma de fuego, como si el Estado hubiese renunciado a garantizar la seguridad ciudadana, tal ordena la Constitución.

La prensa diariamente reporta carnicerías, que tanto autoridades como delincuentes ejecutan a cualquier hora del día o la noche, como si aquí no imperara la ley, ni la justicia. Con crímenes extrajudiciales no se resuelve nada, tampoco con linchamientos a delincuentes.

Las autoridades deberían ir al seno de la familia a indagar por qué un muchacho desde que se levanta toma una esquina como refugio. Mientras ellos no tengan la respuesta a esa cruda realidad, la paz social podemos darla por perdida.

De no buscarse la causa real de tanto sadismo y resentimiento dentro de esos jóvenes, dejados a la buena de Dios, como dice el pueblo, sin un sistema de educación que garantice convertirlos en hombres y mujeres de bien, eso no generará otra cosa que crímenes e inseguridad.

Aturdida queda la gente al enterarse que ya la industria del secuestro y el sicariato nacional se nutren de mujeres que saben del dolor para parir a un hijo. Hay que analizar en mesas redondas la realidad que viven esos sectores, intervenidos por la miseria y la pérdida de valores.

Preguntarse, por qué han perdido la fe en los estudios, en aprender un oficio para vivir dignamente. Sólo así dejaremos de ver caer a oficiales militares y policiales de manos de muchachos lanzados al mundo por padres irresponsables y un Estado que sólo se acuerda de ellos cuando el martillar del gatillo hace sus estragos.

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