DESDE MI VENTANA OPTICA : UNA ADVERTENCIA PREOCUPANTE
Los terremotos vienen azotando el mundo, siendo el más letal, el de 7,2 grados que impactó a Haití, el 12 de Enero, de 2010, dejando cientos de miles muertos y el país destruido" recuerda el comunicador.
Por Alejandro Almánzar
NUEVA YORK.- Las catástrofes llegan sin avisar, eso hay que tenerlo muy presente, pero esa no puede, ni debe ser excusa, para que las autoridades esperen ocurra la tragedia, para entonces pensar en la búsqueda de soluciones a la debilidad estructural existente, sobre todo, en hospitales, escuelas y edificios gubernamentales.
La historia de terremotos en el suelo que nos vio nacer, viene de lejos, fue así como la primera ciudad de Santo Domingo, recién construida, resultó destruida por uno de esos fenómenos, en tiempo de la Colonia, situada para entonces, en lo que hoy se conoce como “Villa Duarte”.
Luego de dividirse la Isla y fundada la República Dominicana, en 1881 fue envestida por un gran movimiento sísmico, el cual sembró de luto y dolor a los quisqueyanos y el último que puso a pruebas la fragilidad de nuestras estructuras físicas, fue el del 22 de Septiembre, de 2003, de 6.5 grados en la escala de Richter, donde muchas edificaciones colapsaron y otras se agrietaron mucho.
A pesar del derribo de escuelas, hundimiento de carreteras y el pánico generado en la población, las autoridades no han decidido someter a una profunda revisión a estos centros, que al decir de expertos, son un verdadero peligro público.
Gracias a la Divina Providencia, aquel terremoto sucedió a las 12:45 A.M. y no en horas laborables, pues de haber sido así, todavía estaríamos enterrando y llorando muertos. En la ciudad de Puerto Plata, por ejemplo, una escuela colapsó de tal manera, que el piso superior terminó en el primero, imagínense amigo lector, lo que hubiese sucedido con este centro, lleno de maestros y estudiantes.
Otros que vivieron una pesadilla, fueron los pacientes del Hospital José María Cabral y Báez, de Santiago, que debieron ser sacados a la explanada frontal, por temor a que el mismo se viniera abajo, ya que su estructura se agrietó seriamente, pero parece que las autoridades ya no se acuerdan de ese drama.
El Ministerio de Salud Pública no debe esperar la ocurrencia de otro fenómeno de esta magnitud, para ordenar su reforzamiento y evitarle dolor a la sociedad. De acuerdo a reportes de prensa, en el país hay cinco centros de salud que representan un peligro público en caso de un terremoto, incluyendo dicho hospital, que atiende pacientes de las 14 provincias que componen el Cibao procedentes de Haití.
Los terremotos vienen azotando el mundo, siendo el más letal, el de 7,2 grados que impactó a Haití, el 12 de Enero, de 2010, dejando cientos de miles muertos y el país destruido. Chile también vivió momentos difíciles con esos fenómenos naturales, aun cuando no hubo reporte de muertos.
Japón aún vive los embates de un sismo mortífero, que hizo colapsar sus plantas nucleares, exponiéndolos a una tragedia mundial, donde miles de hombres y mujeres perdieron la vida. La advertencia está hecha, quien tenga ojo para ver, que vea, y oídos para oír, que oiga.
El autor es periodista.
Reside en Nueva York.
Por Alejandro Almánzar
NUEVA YORK.- Las catástrofes llegan sin avisar, eso hay que tenerlo muy presente, pero esa no puede, ni debe ser excusa, para que las autoridades esperen ocurra la tragedia, para entonces pensar en la búsqueda de soluciones a la debilidad estructural existente, sobre todo, en hospitales, escuelas y edificios gubernamentales.
La historia de terremotos en el suelo que nos vio nacer, viene de lejos, fue así como la primera ciudad de Santo Domingo, recién construida, resultó destruida por uno de esos fenómenos, en tiempo de la Colonia, situada para entonces, en lo que hoy se conoce como “Villa Duarte”.
Luego de dividirse la Isla y fundada la República Dominicana, en 1881 fue envestida por un gran movimiento sísmico, el cual sembró de luto y dolor a los quisqueyanos y el último que puso a pruebas la fragilidad de nuestras estructuras físicas, fue el del 22 de Septiembre, de 2003, de 6.5 grados en la escala de Richter, donde muchas edificaciones colapsaron y otras se agrietaron mucho.
A pesar del derribo de escuelas, hundimiento de carreteras y el pánico generado en la población, las autoridades no han decidido someter a una profunda revisión a estos centros, que al decir de expertos, son un verdadero peligro público.
Gracias a la Divina Providencia, aquel terremoto sucedió a las 12:45 A.M. y no en horas laborables, pues de haber sido así, todavía estaríamos enterrando y llorando muertos. En la ciudad de Puerto Plata, por ejemplo, una escuela colapsó de tal manera, que el piso superior terminó en el primero, imagínense amigo lector, lo que hubiese sucedido con este centro, lleno de maestros y estudiantes.
Otros que vivieron una pesadilla, fueron los pacientes del Hospital José María Cabral y Báez, de Santiago, que debieron ser sacados a la explanada frontal, por temor a que el mismo se viniera abajo, ya que su estructura se agrietó seriamente, pero parece que las autoridades ya no se acuerdan de ese drama.
El Ministerio de Salud Pública no debe esperar la ocurrencia de otro fenómeno de esta magnitud, para ordenar su reforzamiento y evitarle dolor a la sociedad. De acuerdo a reportes de prensa, en el país hay cinco centros de salud que representan un peligro público en caso de un terremoto, incluyendo dicho hospital, que atiende pacientes de las 14 provincias que componen el Cibao procedentes de Haití.
Los terremotos vienen azotando el mundo, siendo el más letal, el de 7,2 grados que impactó a Haití, el 12 de Enero, de 2010, dejando cientos de miles muertos y el país destruido. Chile también vivió momentos difíciles con esos fenómenos naturales, aun cuando no hubo reporte de muertos.
Japón aún vive los embates de un sismo mortífero, que hizo colapsar sus plantas nucleares, exponiéndolos a una tragedia mundial, donde miles de hombres y mujeres perdieron la vida. La advertencia está hecha, quien tenga ojo para ver, que vea, y oídos para oír, que oiga.
El autor es periodista.
Reside en Nueva York.
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