miércoles, 23 de mayo de 2012

DESDE MI VENTANA OPTICA : EL TRAUMA ELECTORAL

"Un Estado con casi doscientos años de fundado y que todavía carezca de un sistema de gobierno programático, no tiene muchas posibilidades de salir de su condición de pobreza, y su destino será indefectiblemente, el colapso total" sentencia el analista.

Por Alejandro Almánzar

NUEVA YORK.- Quizás la condición de país subdesarrollado, nos mantenga en el pasado. Marcados, por las adversidades electorales de ese ayer fraudulento. Desde la muerte de Trujillo, el país celebra comicios cada cuatro años, sin que se haya podido construir una democracia sólida y respetable.

Dos cosas se han conjugado para evitar esto último, incoherencia de la clase política, y la resistencia de la gente al “cambio”. Si el mundo es cambiante, como lo sostiene Heráclito, es cuestionable que a tantos años de vida democrática, el ciudadano continúe aferrado al matadero electoral, impuesto por Trujillo y Balaguer.

Es inamisible, que cada cuatro años, la sociedad tenga que ver su paz perturbada por un proceso electoral, algo normal en todo sistema democrático. Es como si no hubiésemos despertado de la pesadilla dictatorial aún, a casi seis décadas participando de estos procesos democráticos.

La compra de cedulas y militares en campañas, creíamos cosas del pasado, pues eso, en nada beneficia a la democracia. Escuchar a un candidato decir que de llegar a la presidencia no honrará compromisos contraídos por administraciones salientes, y otro afirmando “tener su propio librito”, esto habla muy mal de la institucionalidad.

Pero además, muestra cuán despreciable es el sistema político que tenemos. La República Dominicana no necesita de las aventuras de ningún cabeza hueca, que al llegar al control del Estado, vaya a inventar torpezas.

Un Estado con casi doscientos años de fundado y que todavía carezca de un sistema de gobierno programático, no tiene muchas posibilidades de salir de su condición de pobreza, y su destino será indefectiblemente, el colapso total.

La continuidad del Estado no puede ni debe estar a merced de las decisiones de un individuo, si no, que se entiende, debe ser y es, algo que no entra en juego. Su Constitución tiene que ser garante de las acciones del Estado, sin importar quién ocupe el más alto cargo de la nación.

Cómo es posible, que en pleno siglo XXI, la población tenga que vivir en el sobresalto el día de las elecciones. Que el pueblo asiste civilizadamente a las urnas y grupos interesados comiencen a difundir informaciones trastornadoras, violando incluso, las disposiciones del organismo comicial.

Sólo cuando se celebren elecciones y que estos temas no formen parte del discurso de la oposición, viviremos orgullosos de la democracia. Cuando los observadores nacionales e internacionales se dediquen a trabajar y no tengan que ir a meter sus narices en vuestra determinación como pueblo, podremos afirmar sin vacilación, que vivimos en un verdadero estado de derecho.

Hasta que las decisiones emanadas a través del voto no se produzcan con la menor injerencia extranjera posible, como Duarte lo soñó, no podemos decir que tenemos patria. Las elecciones son herramientas principales de la Democracia, y eso deben entenderlo los actores de la actividad política y el país en su conjunto.


EL AUTOR ES PERIODISTA.
RESIDE EN NUEVA YORK.

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