lunes, 23 de julio de 2012

DESDE MI VENTANA OPTICA :: UNI DIA SIN POLLOS

"Si el gobierno no tiene facultad para regular los precios del pollo, tampoco debería sacrificar a los contribuyentes, exonerándole materia prima a esos empresarios, para que sigan amasando fortunas, a cambio de la explotación a los más necesitados" plantea al final Almánzar.

Por Alejandro Almánzar

NUEVA YORK.- Cuando los pueblos adquieren conciencia de lucha, hacen prevalecer sus derechos más elementales, sin ejercer la violencia, y al dejarse adormecer, se convierten en víctimas de la indolencia del capitalismo rapaz.

Ya los precios no pueden ser controlados por la vía del decreto, porque en el mundo moderno, impera la Ley de Oferta y Demanda, impuesta por el Neoliberalismo y la Globalización.

Pero a pesar de esta nueva corriente económica que maneja los mercados, la sociedad está en el deber de organizarse, para desinflar la voracidad de quienes hacen del capitalismo, la indolencia humana.

Tampoco podemos pedir a la población, que luche para neutralizar la carestía de las medicinas o el Petróleo, pero sí, para frenar la especulación con alimentos que pueden ser sustituidos en la dieta diaria.

Pagar casi dos dólares por una libra de pollo, en un país pobre, es un crimen de lesa humanidad, por eso, resulta cantinflesco, oír hablar de un “Día sin Pollos”, porque a ese precio, muchas familias para ver esta ave, tendrán que pintarlo en la pared.

Es parte de la injusticia social imperante en nuestro país, donde un servidor público ganando 5 y 7 mil miserables pesos mensuales, tiene que pagar hasta 70 pesos para intentar comer carne de pollos.

Es la peor violencia que debemos enfrentar hoy día, la sed insaciable de quienes persiguen acumular riquezas a merced de la pobreza de los demás. El pueblo debería responder a esta indolencia empresarial, comprando pastas, pescados, vegetales u otras carnes.

Y en lugar de un “Día sin Pollos”, decretar una semana o un mes, para ver, qué harán los avicultores con las granjas llenas de un producto, que a los 45 días, ya sale de competencia comercial.

Esos empresarios harían mejor negocio, si su producto llegara a un precio razonable a todos los sectores de la vida nacional, en lugar de convertirlo en artículo de lujo, para que sólo lo consuman quienes tienen poder de compra, que es la minoría.

Parecería que la Ley de Libre Comercio sólo tiene como objetivo empobrecer a los consumidores, pues el Estado no puede regular los precios de los productos básicos, pero sí, liberar de impuestos los insumos que demandan estos especuladores.

(Ganar poco de mucho y no mucho de poco) aconseja la prudencia comercial, para la buena convivencia entre productores y consumidores, porque ambos se necesitan, unos para enriquecerse y otros para subsistir.

Si la Ley de Libre Mercado no es puesta al servicio de los humanos, uno de los dos deberá desaparecer, o las consecuencias serán catastróficas para los países que han asumido este modelo empobrecedor.

Si el gobierno no tiene facultad para regular los precios del pollo, tampoco debería sacrificar a los contribuyentes, exonerándole materia prima a esos empresarios, para que sigan amasando fortunas, a cambio de la explotación a los más necesitados.

EL AUTOR ES PERIODISTA.
RESIDE EN NUEVA YORK.

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