"Esto debe poner a reflexionar a los responsables de los hogares dominicanos, pues la base de toda sociedad, es la familia, y así no tendremos un buen final. De una colectividad de paz que fuimos, hemos adoptado la violencia como el prototipo que nos caracteriza" entiende el autor.
Por Alejandro Almánzar
NUEVA YORK.- Es la nueva modalidad en República Dominicana, donde el desprecio por la vida se pone de manifiesto, no sólo en adultos, si no, en menores. Atentar contra la vida, sólo es obra de quienes han perdido la razón de ser, aquellos que sus actos les han serrado la puerta a la felicidad, a la paz, al amor.
Este es un nuevo ingrediente que viene a sumarse a la falta de valores espirituales en la sociedad. El país se despierta espantado, con una bandita de menores asesinos que se divierten matando por placer, para saciar su sed diabólica.
Ya los adultos temen orientar, aconsejar o regañar a un menor, ante la posibilidad de que este decida suicidarse. El más reciente de esos casos se produjo en Moca, donde un niño de 12 años, se ahorcó, porque su madre lo puso de castigo, por llevar un arma blanca a la escuela.
Otra madre de esa misma provincia, llamó a la atención a su hija, y luego encontró su cadáver colgando en el bajante de un closet de su casa, esa misma comunidad fue estremecida recientemente, cuando un jovencito con 14 años, asesinó a su novia y luego se suicidó.
A una tía se le ocurrió llamar a la atención a su sobrina que cuidaba, sobre su mal proceder, y su respuesta fue ahorcarse. ¿Cuál es la lección aprendida de estas acciones de los menores? Que han nacido y crecido en hogares, donde no se les está enseñando amar y a respetar sus vidas, ni la de los demás.
Es como si los menores estuvieran revelados contra los mayores, pues en los últimos tiempos, hombres y mujeres han perdido la vida de mano de sus propios hijos, para estos últimos mantener vicios de drogas.
O sea, los adultos han perdido el control de los hogares, y el panorama no puede ser menos sombrío y desalentador con respecto a la criminalidad y la delincuencia. Si esos jóvenes no escuchan, ni obedecen a sus seres queridos, ¿Qué respeto o consideración tendrán sobre un particular?
Los niños criados y educados en un ambiente sano, y bien orientados, aman la vida, incluso, de los animales. Ante la perplejidad de los hechos que a diario se suceden en el país, ya pronto estaremos viendo como normal que un menor se quitó la vida.
Esto debe poner a reflexionar a los responsables de los hogares dominicanos, pues la base de toda sociedad, es la familia, y así no tendremos un buen final. De una colectividad de paz que fuimos, hemos adoptado la violencia como el prototipo que nos caracteriza.
Las instituciones no regulan nada, existe una supuesta Comisión Nacional de Espectáculos Públicos, que se entera de temas groseros y violentos sonando en la radio, cuando ya han pasado de moda, y así andamos, mientras los suicidios se apoderan de la inocencia humana.
EL AUTOR ES PERIODISTA.
RESIDE EN NUEVA YORK.
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