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"En la actualidad, el país tiene más de 90 mil muchachos deportados de Los Estados Unidos y otras naciones, curtidos en el crimen y la delincuencia callejera, que al llegar aquí, muy pocos se dedican a la preparación académica o al trabajo digno" sostiene el autor.
POR ALEJANDRO ALMANZAR
NUEVA YOR.- Todo pueblo que pone en manos de particulares sus decisiones, muestra mucha debilidad social. República Dominicana vivió una envidiable paz, hasta que aparecieron cerebros foráneos, y nos impusieron un nuevo Código Procesal Penal, dizque con el fin de garantizar derechos a individuos en conflictos con la ley.
Las quejas en ese sentido, del mayor general, José Armando Polanco Gómez, son más que valederas, pues desde la entrada en vigencia de este mamotreto judicial, ricos, clase media, profesionales, militares y policías llevan la peor parte.
Parecería que esos grupos no estaban conformes con la sana vida de que disfrutábamos los hijos de Duarte, decidiendo asociarse a delincuentes para elaborar dicho Código, y robarles de paso la tranquilidad y seguridad a la familia dominicana.
Es como si a la jauría de lobos hambrientos, les hubiesen abierto las compuertas para que embistan a una manada de mansos corderos. El jefe de la Policía dio en la diana, al explicar el auge de la delincuencia y criminalidad.
Ahora, una vez más, esos mismos que nos obligaron a asumir este modelo judicial, buscan completar su diabólica obra, proponiendo una Reforma Policial, quizás empeñados en que nuestro país termine convertido en un “Infierno”, donde sólo el “Demonio” pueda vivir.
Como buenos copiones, la clase política asumió este modelo judicial sin medir consecuencias, y lo que hemos vivido desde entonces, espanta a cualquier ojo humano, donde la vida de un ciudadano está a merced de un despiadado criminal.
En barrios paupérrimos, existían zonas por donde ya el común sabía que a determinadas horas nocturnas era prohibido caminar, pero en la mayoría de nuestros sectores existía seguridad día y noche, y las zonas residenciales eran intocables.
En la actualidad, el país tiene más de 90 mil muchachos deportados de Los Estados Unidos y otras naciones, curtidos en el crimen y la delincuencia callejera, que al llegar aquí, muy pocos se dedican a la preparación académica o al trabajo digno.
Si el resultado de esa reforma a la Policía tiene los mismos fines que la modificación del Código Penal, ya la población sabe cuál será el resultado final, después desearemos a esta policía extorsionadora, pues otra aventura foránea terminará llevándonos a un nuevo fracaso en materia de seguridad.
Es uno de los engendro de Trujillo, que a cincuenta años después, no nos hemos sabido desprender. Las grandes naciones, de esas que tanto copiamos nadie ve una Policía Nacional, si no, que cada Estado o provincia tiene su propia institución de orden público y hasta leyes municipales y regionales diferentes.
Lo dicho por el jefe policial, no tiene desperdicio, está claro que en lugar de seguridad y paz judicial, este Código Procesal Penal sólo ha traído desasosiego a los dominicanos, con una población civil mejor armada que la propia policía, muchas Francina Hungría y Cuta Pérez tendremos en lo adelante.
EL AUTOR ES PERIODISTA
RESIDE EN NUEVA YORK
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