COMPARTIMOS ESTA NOTA EDITORIAL :::¿A QUIEN CULPAR ?
¿A la misma víctima? ¿A la familia? ¿A la sociedad? Tal parece que todos somos responsables por acción u omisión por el descalabro moral, pérdida de valores, desenfreno consumista, derrumbe de la institución familiar y prevalencia del individualismo y mercantilismo.
SANTO DOMINGO.- Martha Heredia, la novel cantante cuya voz e imagen juvenil conquistaron el corazón de los dominicanos al ganar el concurso Latin American Idol, fue atrapada anoche en el aeropuerto del Cibao cuando se disponía viajar a Nueva York con 1.8 kilos de heroína, un suceso lamentable que desnuda a una sociedad en franco declive moral.
Es verdad que las autoridades apresan con frecuencia a jóvenes de ambos sexos que hacen las veces de mulas de grupos de narcotraficantes que les encomiendan transportar a Estados Unidos o Europa cantidades de drogas, pero el caso de esa muchacha que por un momento estuvo en el pináculo de la fama resulta trágicamente emblemático.
Al ganar el famoso concurso frente a intérpretes de todo el continente, Heredia se convirtió en un referente de la juventud dominicana y en motivo de orgullo para el gentilicio nacional, pero su presente y futuro se disiparon como agua por acantilado, sin que la colectividad salga todavía del asombro.
¿A quién culpar por tan triste desenlace? ¿A la misma víctima? ¿A la familia? ¿A la sociedad? Tal parece que todos somos responsables por acción u omisión por el descalabro moral, pérdida de valores, desenfreno consumista, derrumbe de la institución familiar y prevalencia del individualismo y mercantilismo.
Al violar la ley 50-88 sobre tráfico de drogas, Martha Heredia, quien confiesa que ha padecido violencia de género, sería condenada a varios años de prisión, pero en verdad es la sociedad la que debería estar detrás de los barrotes, porque no ha tenido la entereza de sostenerse a sí misma al cobijo de una fortaleza construida sobre valores.
La familia, como institución fundamental del sistema de convivencia social, languidece con su anatomía aguijoneada por severas infecciones relacionadas con el mercantilismo y el libertinaje, razón por la cual una joven como Martha Heredia, a quien la puerta de la gloria personal se le abrió de par en par, reduce su vida al infeliz desempeño de una mula de narcotraficantes.
Padres e hijos deberían reflejarse en el espejo de esa joven digna de lástima apresada cuando intentaba viajar con más de un kilo de una droga letal con la que se envenenaría a muchos otros jóvenes, víctimas también de la acelerada degradación de la sociedad de hoy.
Este penoso suceso ha de servir también como peña de reflexión en el seno del núcleo familiar, cuyos integrantes están compelidos a reguardar el santuario de los valores para que el oleaje de corrupción y desenfreno no se lleve por delante a tantos hijos hipnotizados por las candilejas del diablo.
EDITORIAL DE EL NACIONAL, TOMADO INTEGRAMENTE
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