DESDE MI VENTANA OPTICA :: AL MAESTRO DON RAMON
"Uno de tantos héroes anónimos que la politiquería sepultó, a pesar de su acrisolada actuación, cual luz que aún posándose en el pantano, no se enloda. Quienes recibimos sus enriquecedoras cátedras, jamás debemos dejarlo en el abandono social" dice Almánzar, de José Ramón Díaz Medina
POR ALEJANDRO ALMANZAR
NEW YORK.- En el abismo moral que ha caído gran parte de nuestra sociedad, provoca que todo aquello que signifique valores quede en el olvido, y hasta se presta para mofa hablar de la verticalidad y entrega de ciudadanos íntegros.
La clase política ha impuesto como forma de vida, la perdida de todo sano valor, y por eso, gente dedicada a dicha actividad, que poco o nada aportó al bien común, son exaltados a diario, y poco falta para que los coloquen por encima de Duarte.
Sin embargo, figuras como José Ramón Díaz Medina, educador a tiempo completo desde joven, duerme en su fría morada donde apenas sus amados deudos lo recuerdan, y unos que otros bien agradecidos alumnos.
Partió de esta vida viejito, dando lo único que tenía, deseo de enseñar y sacar del oscurantismo a personas de comunidades remotas, a cambio de una migaja salarial. Sin el abolengo académico que hoy demandan los tiempos, dedicó su vida a formar y enseñar a hombres y mujeres.
Uno de tantos héroes anónimos que la politiquería sepultó, a pesar de su acrisolada actuación, cual luz que aún posándose en el pantano, no se enloda. Quienes recibimos sus enriquecedoras cátedras, jamás debemos dejarlo en el abandono social.
Mi primer maestro, que hacía de psicólogo, pedagogo y padre consolador, para ayudarme a comprender la realidad de vivir desprovisto del amor maternal y paternal. Ponía especial atención en mí, para apaciguar esos pesarosos días que la pobreza y la orfandad me deparaban.
Dirigía la Escuela Rural, en el Hoyazo, de Pedro García, por donde desfilamos estudiantes que hoy desempeñamos diferentes profesiones, tales como sacerdotes, abogados, ingenieros, educadores y periodistas.
Veamos algunos: José Arturo Sánchez, (sacerdote) María Teresa Sánchez, (educadora), José Rolando Sánchez, abogado. Pablo Alfonso y Mario Rosario, (educadores) Domingo Peña (hijo), ingeniero, Victoriano Peña, (abogado), entre otros.
Creo oportuno que quienes recibimos tanto de don Ramón, busquemos que su nombre no sólo quede registrado en nuestras memorias, si no, que exijamos el sitial bien ganado por este aventajado discípulo de Eugenio María de Hostos.
Instemos al actual síndico, doctor Gilberto Serulle, buscar la venia de la Sala Capitular, para que si no hay una calle de mayor relevancia que haga imperecedero su buen proceder, por lo menos, se le dé su nombre a la calle 7, de El Ejido, donde vivió la mayor parte de su vida.
Apelemos al buen juicio de los concejales, para que este ejemplar educador alcance el umbral que su nobleza demanda. Por sus frutos os conoceréis, si no somos capaces de llevar a la inmortalidad a este ilustre ciudadano, es la mejor muestra de que la semilla regada por él no cayó en tierra fértil.
Honremos a Don Ramón, recordemos a Luis Manuel Núñez, también, en estos tiempos, en que los valores inculcados por ellos se fueron de vacaciones. Un ciudadano ético, maestro consagrado, para quien los estudiantes eran hijos e hijas.
EL AUTOR ES PERIODISTA
RESIDE EN NEW YORK


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