lunes, 23 de septiembre de 2013

DESDE MI VENTANA OPTICA :: FIN DE UNA EPOCA

"La  proliferación de estos altos oficiales, corrompió y cualquierizó la carrera militar, por eso, encontramos generales destinados a cuidar fincas de empresarios, o al servicio de religiosos, en lugar de estar cuidando la soberanía nacional" sostiene el autor.
POR ALEJANDRO ALMANZAR
NEW YORK.- Aunque es alto conocido que el mundo es producto de la evolución y creación de la mente humana, nuestra sociedad muy poco evoluciona. El mejor ejemplo es el de nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, secuestradas por un generalato que las desangra, ante la mirada cómplice de los políticos.
Por eso, a pesar de vivir en democracia durante décadas, y ser un país tan pequeño, mantiene cientos de generales en los cuerpos castrenses, representando una onerosa carga para la sociedad, que ansía el fin de esa época.
Esto tomó fuerza en el gobierno de Horacio Vázquez, y pensamos que con la muerte de Trujillo y su dictadura, caería todo aquello que simbolizaba el totalitarismo. Pero, por el contrario, se avanzó hacia el desorden político, económico, social y militar, llenando el país de generales sin tropas.
La  proliferación de estos altos oficiales, corrompió y cualquierizó la carrera militar, por eso, encontramos generales destinados a cuidar fincas de empresarios, o al servicio de religiosos, en lugar de estar cuidando la soberanía nacional.
A cada general, el Estado debe asignarle un ejército de uniformados para su seguridad, aún después que pasan al retiro. Lo peor ocurre con relación a la Policía, que en lugar de prestar servicio a la población que les paga, más del 50% de sus miembros están como peones de empresarios y esos generales retirados.   
Son miles de millones de pesos al año que el Estado destina sólo para mantener resguardados a quienes la politiquería premió con dichos rangos. Una posición utilizada para el tráfico de todo tipo, terminado muchos al servicio de narcotraficantes y delincuentes.
Los generales sobran, como dijera el ministro de Las Fuerzas Armadas, Sigfrido Pared Pérez, pero coroneles y oficiales académicos sólo estaban para llevarles papeles, y servir de secretarios particulares a generales sin oficios.  
Estos pasaban sus vidas en las instituciones sin conseguir un acenso, a menos que no fuera para ponerlos en retiros por antigüedad en el servicio, o sea, los coroneles no podían pasar de muchachos de mandados de estos mandones.
Fue eso lo que creó tanto malestar en las instituciones armadas, pues oficiales formados en las academias, quedaban atónitos, cuando veían que cualquier recién llegado, de repente era su superior, al que debían hacerle reverencias, para evitar caer en desgracia y perder la posición.
Eso provocó el resquebrajamiento de esos organismos, donde cualquiera posee la insignia de general sin meritos acumulados, mientras oficiales capacitados y meritorios, terminaron en el retiro indigno, devengando una pensión de miseria. 
La época del generalato corrompió las instituciones hasta hacerlas despreciables, lo cual les permitió acumular fortunas incuantificables. Era tiempo ya, de que los coroneles encontraran sus espacios de mandos dentro de las mismas. Ahora están en el deber de demostrar que tienen capacidad de mando y honradez, para que el país celebre el fin de una época repudiada, la del generalato.
EL AUTOR ES PERIODISTA
RESIDE EN NEW YORK.

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