EL SEXISMO LUNGüISTICO : ¿MITO O REALIDAD?

(Sexta y última parte)
A modo de conclusión.
SANTIAGO.- EL feminismo ha sabido penetrar e insertar sus normas en los documentos de muchas instituciones públicas de la República Dominicana, pero fundamentalmente en aquellos que versan sobre el proceso de transformación curricular de la educación dominicana.
De ahí que casi todos los textos y documentos oficiales redactados en el Ministerio de Educación estén escritos en lengua no sexista y sea muy común escuchar a maestros, empleados y funcionarios de dicho ministerio hablar de alumnos y alumnas, maestros y maestras, profesores y profesoras, todos y todas, etcétera, formas que, al igual que otros dobletes carecen por completo de pertinencia desde el punto de vista lingüístico.
A esa profusión de dobletes, algunos autores los llaman “cursilerías”, “insensatez, ñoñeces o locuras feministas”, “plagas de género”, “piruetas”, “circunloquios”, “tonterías”, “mojigatería”,” ridiculeces”, etcétera. Yo, en cambio, prefiero denominarlos “Ridiculez lingüística” y “Extravagancias léxicas”. Y las voces que se oponen a esas formas feministas han sido denominadas por sus defensoras: “alaridos misóginos”, “posturas patriarcales” y “rugidos discrepantes”
Ya nos imaginamos cómo variarían los nombres y las siglas de nuestras instituciones en caso de que se cumpla ciegamente el mandato feminista: a) Cámara de Diputados y Diputadas de la República Dominicana, Asociación Dominicana de Profesores y Profesoras ( ADPP), Sociedad de padres y madres, amigos y amigas de la escuela, Colegio de Ingenieros e Ingenieras, Arquitectos y Arquitectas, Agrimensores y Agrimensoras, Asociación de Locutores y Locutoras de Santiago (ALLS), Colegio de Abogados y Abogadas de la República Dominicana, Día de los Enamorados y Enamoradas, Día de los/las fieles difuntos y difuntas, Partido de los/las Trabajadores y Trabajadores Dominicanos y Dominicanas (PTTDD), etcétera.
Oponerse a estas formas de expresión, de ningún modo implica desconocer o resistirse a la evolución de la lengua o adoptar una actitud en contra de la igualdad de derechos de la mujer.
La lengua, como afirma Gili Gaya “no permanece inalterable”, esto es, cambia. Y cambia, nadie lo discute, porque solo así puede cumplir con su función y renovarse permanentemente, y porque necesita adaptarse constantemente a los cambios que se producen en el mundo, como única forma de dar respuestas a las necesidades de sus usuarios; pero esa evolución, conviene precisarlo, se origina de manera natural o impulsada por la fuerza de su dinámica interna.
La lengua se resiste de inmediato a cualquier tipo de control externo, y es de ahí que el cambio lingüístico, el cual se caracteriza por ser armónico y sistémico, ni se propone ni se impone, pues de ocurrir así, los hablantes no lo asumirían o adoptarían una actitud de radical resistencia. Por eso a nadie ha de extrañar el rechazo casi unánime que ha recibido el intento del movimiento feminista de tratar de imponer sus formas expresivas en el mundo hispanohablante.
Al referirse al tema del sexismo lingüístico, Bartolo García Molina, lingüista, destacado, profesor de la UASD y fiel defensor de la ideología feminista, establece un paralelo entre la lengua no sexista y el tratamiento a la mujer.
A esa profusión de dobletes, algunos autores los llaman “cursilerías”, “insensatez, ñoñeces o locuras feministas”, “plagas de género”, “piruetas”, “circunloquios”, “tonterías”, “mojigatería”,” ridiculeces”, etcétera. Yo, en cambio, prefiero denominarlos “Ridiculez lingüística” y “Extravagancias léxicas”. Y las voces que se oponen a esas formas feministas han sido denominadas por sus defensoras: “alaridos misóginos”, “posturas patriarcales” y “rugidos discrepantes”
Ya nos imaginamos cómo variarían los nombres y las siglas de nuestras instituciones en caso de que se cumpla ciegamente el mandato feminista: a) Cámara de Diputados y Diputadas de la República Dominicana, Asociación Dominicana de Profesores y Profesoras ( ADPP), Sociedad de padres y madres, amigos y amigas de la escuela, Colegio de Ingenieros e Ingenieras, Arquitectos y Arquitectas, Agrimensores y Agrimensoras, Asociación de Locutores y Locutoras de Santiago (ALLS), Colegio de Abogados y Abogadas de la República Dominicana, Día de los Enamorados y Enamoradas, Día de los/las fieles difuntos y difuntas, Partido de los/las Trabajadores y Trabajadores Dominicanos y Dominicanas (PTTDD), etcétera.
Oponerse a estas formas de expresión, de ningún modo implica desconocer o resistirse a la evolución de la lengua o adoptar una actitud en contra de la igualdad de derechos de la mujer.
La lengua, como afirma Gili Gaya “no permanece inalterable”, esto es, cambia. Y cambia, nadie lo discute, porque solo así puede cumplir con su función y renovarse permanentemente, y porque necesita adaptarse constantemente a los cambios que se producen en el mundo, como única forma de dar respuestas a las necesidades de sus usuarios; pero esa evolución, conviene precisarlo, se origina de manera natural o impulsada por la fuerza de su dinámica interna.
La lengua se resiste de inmediato a cualquier tipo de control externo, y es de ahí que el cambio lingüístico, el cual se caracteriza por ser armónico y sistémico, ni se propone ni se impone, pues de ocurrir así, los hablantes no lo asumirían o adoptarían una actitud de radical resistencia. Por eso a nadie ha de extrañar el rechazo casi unánime que ha recibido el intento del movimiento feminista de tratar de imponer sus formas expresivas en el mundo hispanohablante.
Al referirse al tema del sexismo lingüístico, Bartolo García Molina, lingüista, destacado, profesor de la UASD y fiel defensor de la ideología feminista, establece un paralelo entre la lengua no sexista y el tratamiento a la mujer.
En ese orden sostiene que “Hay que rescatar lo femenino de la marginación discursiva. Si no se valora la mujer en el discurso, -puntualiza - tampoco se valorará lo suficiente en la práctica. También lo inverso aplica; si no se valora la mujer en la realidad o la práctica, tampoco se valorará en el discurso”.
Lamento, pero necesariamente tengo que disentir o expresar mi desacuerdo con el punto de vista de mi antiguo, brillante y recordado profesor de Fonética y Fonología; pues son muchos los hombres que cuando hablan en público, abarrotan su léxico de formas feministas, asumiendo así un discurso que no sienten ni comparten; mas en el ámbito familiar ejercen contra sus parejas la más bestial de las violencias. Otros, como muchos dirigentes y candidatos políticos, muy especialmente en los procesos electorales, les encantan hablar a lo femenino o mencionar los dos géneros en sus discursos, con el único y deliberado propósito de vender una falsa imagen de identidad en el mundo femenino y captar de esa manera la simpatía y el voto de la mujer.
Los ideólogos del archifeminismo califican de “machista” a todo aquel que se oponga o no comulgue con sus postulados y prácticas antisexistas. Pensar así, es poseer una visión desenfocada o al margen por completo de la verdadera esencia del problema.
Todos debemos apoyar la justa lucha de las mujeres en pos de sus derechos de igualdad y en contra de la irracional violencia masculina que mentes insensatas ejecutan en su perjuicio. Pero esa violencia, de entrada, hay que tratar de encontrarla y combatirla primero en el seno profundo de la sociedad y no en la estructura interna de la lengua.
El autor es profesor universitario.
Lamento, pero necesariamente tengo que disentir o expresar mi desacuerdo con el punto de vista de mi antiguo, brillante y recordado profesor de Fonética y Fonología; pues son muchos los hombres que cuando hablan en público, abarrotan su léxico de formas feministas, asumiendo así un discurso que no sienten ni comparten; mas en el ámbito familiar ejercen contra sus parejas la más bestial de las violencias. Otros, como muchos dirigentes y candidatos políticos, muy especialmente en los procesos electorales, les encantan hablar a lo femenino o mencionar los dos géneros en sus discursos, con el único y deliberado propósito de vender una falsa imagen de identidad en el mundo femenino y captar de esa manera la simpatía y el voto de la mujer.
Los ideólogos del archifeminismo califican de “machista” a todo aquel que se oponga o no comulgue con sus postulados y prácticas antisexistas. Pensar así, es poseer una visión desenfocada o al margen por completo de la verdadera esencia del problema.
Todos debemos apoyar la justa lucha de las mujeres en pos de sus derechos de igualdad y en contra de la irracional violencia masculina que mentes insensatas ejecutan en su perjuicio. Pero esa violencia, de entrada, hay que tratar de encontrarla y combatirla primero en el seno profundo de la sociedad y no en la estructura interna de la lengua.
El autor es profesor universitario.
Reside en Santiago de los Caballeros.
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