martes, 26 de junio de 2012

DESDE MI VENTANA OPTICA :: DESARROLLO Y CRIMINALIDAD

"Hoy nadie quiere regresar del extranjero a comprar una casita o a poner un pequeño negocio, para terminar de vivir, porque quien lo hace, corre un gran riesgo, pues al poco tiempo, vive el suplicio de asaltos, secuestros o asesinatos de familiares y allegados, para despojarlos de años de trabajos forzados en estos países" se queja Almánzar.

Por Alejandro Almánzar

NUEVA YORK.- Donde no hay nada, todo está seguro, era el grito “conformista” de nuestra gente, cuando vivir con dignidad, tenía mayor significado, entre los hijos de Duarte.

Desaparecido Trujillo, el país entró en un proceso de desarrollo económico, político y social, que permitió a la población, cambiar bohíos, casas de madera y zinc, por mansiones, y caminos vecinales, por carreteras, autopistas y avenidas.

Pasamos de cabalgar a caballos, a usar lujosos, confortables y cómodos autos. Todo esto luce muy interesante, pero con la disyuntiva, de si valió la pena, salir de la pobreza digna, para tener una “abundancia” cruel.

Aquel noble pasado, nos permitía vivir con las puertas abiertas, cerradas sólo por las noches, para dar paso al descanso nocturno, con verjas de madera, pero sólo por contenido estético.

No decimos que no existieran rateros, pues el robo como la prostitución, es uno de los oficios más viejos del mundo. Por eso, el propio Jesús, aconsejaba no guardar tesoros en la tierra, donde ladrones pudieran hurtarlos.

En cambio, recomendaba acumular conocimientos (tesoros en el Cielo), esos que la polilla, ni el moho destruyen, o pudieran ser robados. El desarrollo ha significado para los dominicanos, comprar “Bacinilla de oro”, para orinar sangre.

Este nuevo modo de vida, con edificios y torres de apartamentos, túneles, elevados y un Metro subterráneo, llegó acompañado de la indolencia que representa la delincuencia y criminalidad, como consecuencia del consumo de drogas.

Hoy nadie quiere regresar del extranjero a comprar una casita o a poner un pequeño negocio, para terminar de vivir, porque quien lo hace, corre un gran riesgo, pues al poco tiempo, vive el suplicio de asaltos, secuestros o asesinatos de familiares y allegados, para despojarlos de años de trabajos forzados en estos países.

Eso llevara al país a la ruina, de no buscarse una rápida solución, y pronto volveremos a vivir sin verjas, con las puertas abiertas y sin miedo, porque los delincuentes ya no tendrán motivos para asesinar a los ocupantes de esos empobrecidos bohíos.

Muchos regresan convencidos de vender lo que tienen allá y no volver jamás. Incluso, hablan de dejar todo botado, temiendo perder la vida a mano de criminales, por el simple delito de haber luchado fuera de su patria, para conseguir lo que allí, la injusticia social les negó.

El embajador estadounidense se queda corto, denunciando las mafias organizadas que asaltan a viajeros en plenas vías públicas o llegando a sus destinos. Por nuestra parte, sólo nos queda seguir alzando la voz de Fray Antón de Montesinos, para que si el nuevo gobierno tiene ojo para ver, que vea y oído para oír, que oiga.

Ojala y no tengamos que volver a la pobreza extrema, para recuperar la paz y el sosiego. El país demanda de un sistema judicial, que defienda a los ciudadanos de esa lacra, que impone las reglase de juego con crimines espantosos.


EL AUTOR ES PERIODISTA
RESIDE EN NUEVA YORK.

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