EL ESTUDIANTE DOMINICANO: AUTENTICA EXPRESION DE LA POSMODERNIDAD
POR DOMINGO CABA RAMOS
SANTIAGO.- A partir del siglo XX el mundo comenzó a vivir o dio inicio a un nuevo proceso histórico identificado por filósofos, sociólogos, sicólogos y otros pensadores con el nombre de posmodernidad. Y entre las características sociosicológicas que tipifican este período valen citarse las siguientes:
Las personas sólo quieren vivir o se interesan por el presente. El pasado y el futuro carecen de importancia. Constante búsqueda de lo inmediato. Proceso de pérdida de la personalidad individual. Culto al cuerpo y a la liberación personal.
Disfrute desenfrenado de los placeres que presenta la vida. Desaparición de todo tipo de idealismos. Desaparición de la valoración del esfuerzo. Pérdida de la fe en la razón y la ciencia y, contradictoriamente, culto a la tecnología. Culto a lo fácil y rechazo a todo lo que implique sacrificio.
Pérdida progresiva de los valores. Individualismo o pérdida progresiva de lasolidaridad y la sensibilidad social. Emerge con toda su fuerza el “Hombre Light”. Pérdida de la ambición personal de autosuperación. Enriquecimiento rápido y sin esfuerzos.
Es en ese contexto en el que necesariamente debemos situar a muchos de los estudiantes dominicanos que cursan estudios en los diferentes niveles de enseñanza, si en realidad deseamos comprender o descubrir las reales razones que lo llevan a comportarse de manera apática e irresponsabilidad frente a sus compromisos académicos.
Para la mayoría de nuestros estudiantes, pensar parece ser un pecado mortal. Por eso olvidan o no realizan los ejercicios, investigaciones y tareas asignadas. Por eso todo lo copian o bajan de Internet. El famoso “copia y pega”, que tantos daños ha producido en el mundo estudiantil, campea por sus fueros. Y la “lecturofobia” se constituye en uno de los males que más afecta su desarrollo.
Analizar, comparar y asociar ideas para extraer conclusiones constituyen procesos del pensamiento lógico que brillan por su ausencia en las prácticas cotidianas de nuestros estudiantes universitarios. Como también escasean o se han convertido en verdaderos mitos procesos como la conceptualización, la producción de conocimientos y la generación de ideas.
La red de Internet, en ese sentido, ha constituido para ellos la mejor tabla de salvación. Gracias a esta, los trabajos de investigación de no pocos alumnos de los niveles medio y superior generalmente se reducen a la conjugación de los cuatro verbos mágicos: “Copiar, pegar, imprimir y entregar”.
Lo antes expresado explica las bajas calificaciones que obtienen muchos estudiantes, en la universidad, por ejemplo, cuando en los exámenes se les pide que expliquen, comparen, establezcan diferencias, etc. Y también explica por qué esos mismos estudiantes, durante las clases cotidianas, no son capaces de explicar un tema determinado si no se les permite leer el texto en el que se habla acerca de dicho tema.
Y lo que es más preocupante aún: el orgullo de ser el mejor del curso parece haberse extinguido o desaparecido por completo de su universo mental. A la mayoría le basta con aprobar al “ras” la asignatura, pero muy pocos hacen lo posible para lograr este limitado y académico propósito. La tecnología mal empleada, el celular o “telefonía”, el “chateo” y el “jangueo” sin límites consumen la mayor parte de su tiempo, y se traducen en actividades que en orden de prioridad están primero o se imponen a cualquier tipo de compromiso académico. Su visión de la vida en lo que a los estudios se refiere, parece resumirse en una frase de estoicos perfiles: “Yo tengo que pasar la materia, pero no voy a perder mi tiempo estudiando…”
Así son, con sus naturales excepciones, nuestros estudiantes: fiel y auténtica expresión de una posmodernidad que les aconseja “no matarse mucho”, “cogerlo suave”, “disfrutar el presente”, no agradecer ni valorar los esfuerzos omúltiples sacrificios en que incurren los padres para costearles sus estudios. Expresión de una postmodernidad que les aconseja, simple y sencillamente, “VIVIR LA VIDA…”
El autor es profesor universitario.
Reside en Santiago.
SANTIAGO.- A partir del siglo XX el mundo comenzó a vivir o dio inicio a un nuevo proceso histórico identificado por filósofos, sociólogos, sicólogos y otros pensadores con el nombre de posmodernidad. Y entre las características sociosicológicas que tipifican este período valen citarse las siguientes:
Las personas sólo quieren vivir o se interesan por el presente. El pasado y el futuro carecen de importancia. Constante búsqueda de lo inmediato. Proceso de pérdida de la personalidad individual. Culto al cuerpo y a la liberación personal.
Disfrute desenfrenado de los placeres que presenta la vida. Desaparición de todo tipo de idealismos. Desaparición de la valoración del esfuerzo. Pérdida de la fe en la razón y la ciencia y, contradictoriamente, culto a la tecnología. Culto a lo fácil y rechazo a todo lo que implique sacrificio.
Pérdida progresiva de los valores. Individualismo o pérdida progresiva de lasolidaridad y la sensibilidad social. Emerge con toda su fuerza el “Hombre Light”. Pérdida de la ambición personal de autosuperación. Enriquecimiento rápido y sin esfuerzos.
Es en ese contexto en el que necesariamente debemos situar a muchos de los estudiantes dominicanos que cursan estudios en los diferentes niveles de enseñanza, si en realidad deseamos comprender o descubrir las reales razones que lo llevan a comportarse de manera apática e irresponsabilidad frente a sus compromisos académicos.
Para la mayoría de nuestros estudiantes, pensar parece ser un pecado mortal. Por eso olvidan o no realizan los ejercicios, investigaciones y tareas asignadas. Por eso todo lo copian o bajan de Internet. El famoso “copia y pega”, que tantos daños ha producido en el mundo estudiantil, campea por sus fueros. Y la “lecturofobia” se constituye en uno de los males que más afecta su desarrollo.
Analizar, comparar y asociar ideas para extraer conclusiones constituyen procesos del pensamiento lógico que brillan por su ausencia en las prácticas cotidianas de nuestros estudiantes universitarios. Como también escasean o se han convertido en verdaderos mitos procesos como la conceptualización, la producción de conocimientos y la generación de ideas.
La red de Internet, en ese sentido, ha constituido para ellos la mejor tabla de salvación. Gracias a esta, los trabajos de investigación de no pocos alumnos de los niveles medio y superior generalmente se reducen a la conjugación de los cuatro verbos mágicos: “Copiar, pegar, imprimir y entregar”.
Lo antes expresado explica las bajas calificaciones que obtienen muchos estudiantes, en la universidad, por ejemplo, cuando en los exámenes se les pide que expliquen, comparen, establezcan diferencias, etc. Y también explica por qué esos mismos estudiantes, durante las clases cotidianas, no son capaces de explicar un tema determinado si no se les permite leer el texto en el que se habla acerca de dicho tema.
Y lo que es más preocupante aún: el orgullo de ser el mejor del curso parece haberse extinguido o desaparecido por completo de su universo mental. A la mayoría le basta con aprobar al “ras” la asignatura, pero muy pocos hacen lo posible para lograr este limitado y académico propósito. La tecnología mal empleada, el celular o “telefonía”, el “chateo” y el “jangueo” sin límites consumen la mayor parte de su tiempo, y se traducen en actividades que en orden de prioridad están primero o se imponen a cualquier tipo de compromiso académico. Su visión de la vida en lo que a los estudios se refiere, parece resumirse en una frase de estoicos perfiles: “Yo tengo que pasar la materia, pero no voy a perder mi tiempo estudiando…”
Así son, con sus naturales excepciones, nuestros estudiantes: fiel y auténtica expresión de una posmodernidad que les aconseja “no matarse mucho”, “cogerlo suave”, “disfrutar el presente”, no agradecer ni valorar los esfuerzos omúltiples sacrificios en que incurren los padres para costearles sus estudios. Expresión de una postmodernidad que les aconseja, simple y sencillamente, “VIVIR LA VIDA…”
El autor es profesor universitario.
Reside en Santiago.
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