DESDE MI VENTANA OPTICA :: VIOLENCIA SIN SENTIDO
"Este fenómeno como el consumo de drogas, se han convertido en el más fuerte dolor de cabeza para Los Estados Unidos de América, pues ambas cosas son letales y generan mucho malestar a la población indefensa" sostiene el autor.
Por Alejandro Almánzar
NUEVA YORK.- Violencia sin sentido ! Así calificó el presidente, Barack Obama, la tragedia que dejó muertas a doce personas, en un cine de Aurora, Colorado, Estados Unidos, y heridas a más de cincuenta, macabra acción, ejecutada por James Holmes, un individuo con evidentes rasgos de un enajenado mental.
Una masacre realizada con premeditación, alevosía y la mayor frialdad con que criminal alguno pueda obrar. Un hecho inaceptable, que lacera la conciencia humana. El dolor dejado por su vileza, abre nuevas interrogantes, ¿Qué pasa en la tierra de George Washington?
¿Por qué la sed, de asesinar indiscriminadamente a inocentes? ¿Qué tipo de esquizofrenia padecen estos individuos? ¿Quién tiene control sobre esos “enajenados mentales”, o de su patología criminal?
¿Deberán suceder otros baños de sangre, para revisar el patrón familiar de esos sujetos violentos? Sumido en el pesar, un ciudadano de Colorado, exclamó, “si yo hubiese estado en el cine, armado, lo mato”.
Sólo la impotencia y la dolencia ante un acto tan repudiable e inexplicable, genera semejante reacción, pero la verdad es, que si el Estado de Colorado hubiese permitido el porte de armas a civiles, la tragedia se hubiese magnificado aún más.
Imagínese, un espacio cerrado, repleto de personas, en medio de la oscuridad, aturdidas por gases, y presos por la confusión, recibiendo disparos en varias direcciones, el desenlace pudo tener dimensión de “genocidio”.
No es la primera vez que enfermos mentales, fundamentalistas religiosos y extremistas radicales ponen de rodilla a la tierra de Abraham Lincoln, Ronald Reagan, Jimmy Carter y Bill Clinton. Lo que no sabemos es, cuántos más tendrán que suceder, para evitar que las armas lleguen a manos de cualquier desquiciado.
No es posible que estas sean adquiridas tan fácil, como apretar el gatillo y causar tanto dolor. Cuando estas priven a las personas del derecho a recrearse en un cine, si se convierten en amenazas para reunirse en grupos, estamos frente a una grosera violación a la Constitución norteamericana, que garantiza esos derechos fundamentales a los ciudadanos.
Estos actos de barbaries tienen que encontrar la reacción de quienes aspiran a vivir en paz, y forzar un cambio en la política de adquisición de armas de fuego, antes que el odio, el rencor y la impotencia invadan a la colectividad.
Este fenómeno como el consumo de drogas, se han convertido en el más fuerte dolor de cabeza para Los Estados Unidos de América, pues ambas cosas son letales y generan mucho malestar a la población indefensa.
Es imposible devolverle la vida a quienes asistieron al cine de Aurora a divertirse, como tampoco el sosiego a los que sufren las heridas provocadas por una violencia patológica, pero ojala dicha tragedia sirva para hacer reflexionar a las autoridades sobre el comercio de las armas.
De lo contrario, el resentimiento de individuos y su paranoia criminal, continuaran llevando malestar a esta gran nación, valiéndose de su crueldad para derramar sangre.
El autor es periodista.
Reside en Nueva York.
Por Alejandro Almánzar
NUEVA YORK.- Violencia sin sentido ! Así calificó el presidente, Barack Obama, la tragedia que dejó muertas a doce personas, en un cine de Aurora, Colorado, Estados Unidos, y heridas a más de cincuenta, macabra acción, ejecutada por James Holmes, un individuo con evidentes rasgos de un enajenado mental.
Una masacre realizada con premeditación, alevosía y la mayor frialdad con que criminal alguno pueda obrar. Un hecho inaceptable, que lacera la conciencia humana. El dolor dejado por su vileza, abre nuevas interrogantes, ¿Qué pasa en la tierra de George Washington?
¿Por qué la sed, de asesinar indiscriminadamente a inocentes? ¿Qué tipo de esquizofrenia padecen estos individuos? ¿Quién tiene control sobre esos “enajenados mentales”, o de su patología criminal?
¿Deberán suceder otros baños de sangre, para revisar el patrón familiar de esos sujetos violentos? Sumido en el pesar, un ciudadano de Colorado, exclamó, “si yo hubiese estado en el cine, armado, lo mato”.
Sólo la impotencia y la dolencia ante un acto tan repudiable e inexplicable, genera semejante reacción, pero la verdad es, que si el Estado de Colorado hubiese permitido el porte de armas a civiles, la tragedia se hubiese magnificado aún más.
Imagínese, un espacio cerrado, repleto de personas, en medio de la oscuridad, aturdidas por gases, y presos por la confusión, recibiendo disparos en varias direcciones, el desenlace pudo tener dimensión de “genocidio”.
No es la primera vez que enfermos mentales, fundamentalistas religiosos y extremistas radicales ponen de rodilla a la tierra de Abraham Lincoln, Ronald Reagan, Jimmy Carter y Bill Clinton. Lo que no sabemos es, cuántos más tendrán que suceder, para evitar que las armas lleguen a manos de cualquier desquiciado.
No es posible que estas sean adquiridas tan fácil, como apretar el gatillo y causar tanto dolor. Cuando estas priven a las personas del derecho a recrearse en un cine, si se convierten en amenazas para reunirse en grupos, estamos frente a una grosera violación a la Constitución norteamericana, que garantiza esos derechos fundamentales a los ciudadanos.
Estos actos de barbaries tienen que encontrar la reacción de quienes aspiran a vivir en paz, y forzar un cambio en la política de adquisición de armas de fuego, antes que el odio, el rencor y la impotencia invadan a la colectividad.
Este fenómeno como el consumo de drogas, se han convertido en el más fuerte dolor de cabeza para Los Estados Unidos de América, pues ambas cosas son letales y generan mucho malestar a la población indefensa.
Es imposible devolverle la vida a quienes asistieron al cine de Aurora a divertirse, como tampoco el sosiego a los que sufren las heridas provocadas por una violencia patológica, pero ojala dicha tragedia sirva para hacer reflexionar a las autoridades sobre el comercio de las armas.
De lo contrario, el resentimiento de individuos y su paranoia criminal, continuaran llevando malestar a esta gran nación, valiéndose de su crueldad para derramar sangre.
El autor es periodista.
Reside en Nueva York.
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