BORICUA-PANAMENA PRESA EN CARCEL DE MAXIMA SEGURIDAD CRIA A SU HIJA TRAS LOS BARROTES
Vargas, 30, cumple una sentencia de año y medio por hurto. Tenía seis meses de embarazo cuando fue arrestada.
La mujer es una de las 10 madres que participan en el Programa de guardería del Centro Infantil que funciona en la mencionada cárcel estatal de máxima seguridad para mujeres, ubicada en el condado Westchester.
"Sé que todo va a estar bien porque estoy haciendo las cosas correctamente y se lo digo a mi hija", subrayó Vargas -nacida en Brooklyn, de madre panameña y padre puertorriqueño- la única hispana participante del programa.
A través del programa, a las mujeres embarazadas que llegan a la cárcel, se les permite –si califican- permanecer con sus bebés hasta los 18 meses de vida, de ahí son entregados a sus familias o hogares de crianza.
Jane Silfen, directora del Centro Infantil, explicó que todos los servicios que se dan a través de los programas, tienen el propósito de mantener a las familias unidas y reforzar los lazos entre madres e hijos, así mismo tienen personal bilingüe para asistir a las reclusas que no hablan inglés.
"Nicole es un buen ejemplo de la efectividad del programa y de como ella, cuando salga de aquí, va a estar alejada de los problemas", resaltó Silfen, que dirige el Centro desde hace 7 años.
El recorte del 40% de los fondos que el estado le adjudicaba al centro -desde hace dos años- ha
provocado que sus programas estén supeditados, en gran medida, a donaciones.
"Tratamos de no cortar programas vitales, por eso queremos que haya más conciencia de la gente, para que nos sigan donando y así seguir adelante" sostuvo.
Aunque Vargas tiene dos hijos -de 6 y 7 años que están al cuidado de la abuela materna- siente que esta es la primera vez que realiza a cabalidad su papel de madre.
"El programa en la cárcel me ha enseñado a valorar la maternidad. Addison se ha convertido en lo más valioso que tengo en mi vida", asegura Vargas mientras abraza a su pequeña hija.
Desde los 18 años, Vargas empezó a robar en tiendas de ropa, usando tarjetas de crédito hurtadas y a ganar mucho dinero producto de los mismos, por lo que abandonó la escuela secundaria en el onceavo grado.
El edificio donde funciona la guardería y donde duermen las madres con sus pequeños, está ubicado a un lado de donde están las demás reclusas. Y nada -salvo por los guardias y las rejas que dividen las secciones- hace pensar que se trata de una cárcel.
Vargas quiere que sus hijos sean personas de provecho. "Quiero que estudien. No quiero que sigan mis pasos, porque meterse en un problema es fácil pero salirse es muy difícil", reflexiona.
TOMADO INTEGRO DE EL:
DIARIO LA PRENSA
ESCRITO POR : CRISTINA LOBOGUERRERO
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