DESDE MI VENTANA OPTICA ::: PERDAMOS TODO, MENOS LA DIGNIDAD
"Los productos dominicanos son valorados en países civilizados, y las autoridades pueden buscar esos mercados, para no depender del chantaje de grupos en Haití, que ante un Estado fallido, imponen las reglas de juego en base a intereses personales" plantea almánzar.
POR ALEJANDRO ALMANZAR
NEW YORK.- Los dominicanos heredamos de Duarte, el patriotismo, la honra, el honor y la dignidad. De Sánchez, el heroísmo ferviente por la patria, y de Mella, el coraje y la valentía para sentirnos orgullosos de su legado.
Por eso, si para ganar el mercado haitiano tenemos que renunciar a esto, abracemos el coraje de los trinitarios, cerremos la Frontera para quedarnos sin el “beneficio” haitiano, y no mancillemos el honor de aquellos prohombres.
Si Juan Bosch estuvo a punto de bombardear el Palacio de Gobierno haitiano en 1963, esta vez la acción deliberada para dañar la imagen de nuestro país a nivel internacional, demandaba una postura más enérgica del Estado dominicano.
El pueblo haitiano no está obligado a ser agradecido con sus vecinos que en todo momento les han dado la mano de forma desinteresada, pero sí, debe tener algo de dignidad para disculparse por su perversidad contra un Estado solidario.
La carga económica que representan los hijos de Toussaint Louverture para la patria de Duarte no puede ser pagada con semejante afrenta. Del presidente, Danilo Medina, admiramos su humildad para gobernar el país. Eso le ha granjeado un amplio reconocimiento de la sociedad dominicana y naciones amigas.
Pero en honor a lo que nos enseñaron nuestros forjadores, si el gobierno haitiano no tuvo la cortesía de consultar a la autoridad dominicana sobre la supuesta gripe Aviar en el país para vedar la compra de productos en el mercado local, es desconcertante ver al gobierno ir de rodilla a Haití, a rogar porque se levante dicha prohibición.
A esta hora, los miembros de La Trinitaria estarán retorciéndose en sus tumbas, al oír que las puertas del Palacio Nacional serán abiertas de par en par para recibir a ministros haitianos que irán a hacer lo que debieron haber hecho antes de tomar la medida que a toda prueba luce mal intencionada y descabellada.
Cuando en lugar de eso, el presidente y el Congreso Nacional deben considerar la posibilidad de cerrar la Frontera y sólo dejar en territorio dominicano a los haitianos que estén debidamente autorizados y ligados a la producción nacional.
Los pueblos que desconocen su historia estarán condenados a repetirla una y mil veces. “En 1805, tras coronarse emperador, Jean Jacques Dessalines, llegó a Santo Domingo, antes de retirarse el último escuadrón naval francés.
En su retirada, a través del Cibao, los haitianos saquearon las ciudades de Santiago y Moca, matando a la mayoría de sus residentes”, lo que con su actual invasión pacífica pueden buscar repetir esa hazaña criminal.
Perdamos el mercado haitiano cuantas veces sea necesario, pero nunca la dignidad inculcada por Febreristas y Restauradores. Los productos dominicanos son valorados en países civilizados, y las autoridades pueden buscar esos mercados, para no depender del chantaje de grupos en Haití, que ante un Estado fallido, imponen las reglas de juego en base a intereses personales.
EL AUTOR ES PERIODISTA.
RESIDE EN NEW YORK.
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