lunes, 28 de abril de 2014

DESDE MI VENTANA OPTICA :::: SONIA Y EL GABO

"La muerte, como proceso natural, para alcanzar una nueva vida, en Sonia y el Gabo, no tiene cabida, trascendieron mas allá de la medida, a través de lo humano, que les dio acogida" dice el autor.



POR ALEJANDRO ALMANZAR

NEW YORK.-  Cuando surge la oscuridad, parece morir el Sol, de las estrellas el clamor, buscando iluminar, no dejan de brillar, para infundir su claridad, como vive en la eternidad, quien tuvo como horizonte, el amor, la paz, y libertad.

La partida de Gabriel García Márquez y doña Sonia Silvestre, fue la nota discordante previo a la despedida de Abril. Mes de heroicos recuerdos, cuando se conmemoran hechos históricos, en que esas voces supieron levantarse, para exigir respeto por nuestra determinación como pueblo intrépido.

El primero, nacido en Colombia, adoptado por el Quetzal para el mundo, pues su inmensidad no cabe en un solo Continente, huésped universal de la humanidad y su gente, dejando atrás, Cien años de soledad.

El coronel no tiene quien le escriba, la Historia de un secuestro, ni ser espectador, del Amor en tiempos del cólera. Sonia siguió sus pasos, como si arte y literatura hubiesen jugado a la confabulación celestial, cantando con Alí Primera, su corazón de vellonera.

Mujer excepcional, de pensamientos puros, frescos, nuevos, claros y poderosos, como cuadran a la omnipotencia. Poderosa como el águila y mansa como la paloma, entregada a las mejores causas, reclamando un mundo mejor, para todas las razas.

El mundo llora tu partida, como ave que se anida, después de largo vuelo, esperando su regreso al nido que la cobija, para una nueva vida. Yo quiero andar, para un mejor estreno, posándose en nuestros corazones, y en lo recóndito del Cielo.

Recorriendo el campo verde, así los vemos pasar, al mundo lamentar, de ellos su partida, la gloria merecida, en la tierra prometida, para una mejor vida, la humanidad confundida, por su inesperada salida. Hoy me siento así, revoloteando en el valle, donde el pinar recibe del Sol, su aroma y desamor, con el zumbido del picaflor, que busca en cada flor, el mas esbelto detalle.

Nacer y morir, van de las manos, procesos armoniosos, que desnudan lo humano, recordar con amor y devoción su legado, es cuanto podemos hacer, su altura de mujer, sobrepasaba su estatura, elevando su figura, más allá de la frontera, que separa del amor su grandeza, y exhibe su nobleza.

El Gabo cosechó grandes lauros, premio nobel de literatura, que por siempre lo inmortaliza, pero eso queda pequeño, ante el espíritu que lo eterniza. Alcanzar las alturas, es para los que tesoneramente la persiguen, esos, que por el ideal se desviven.

Ahora que entre los vivos no estás, quién pondrá una flor en tu sepultura, habrá que subir a las alturas, pues la inmensidad de su alma no puede reposar en el metal y su espesura. Ella vivirá por toda una eternidad, ante quienes les recordamos luchar con tenacidad, que sin dudas, la conduce a la inmortalidad.


La muerte, como proceso natural, para alcanzar una nueva vida, en Sonia y el Gabo, no tiene cabida, trascendieron mas allá de la medida, a través de lo humano, que les dio acogida.

EL AUTOR ES PERIODISTA.
RESIDE EN NEW YORK.

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